¿Escuchas a tu corazón? ¿Sigues a tu intuición aunque sea un camino complicado? Que difícil es el equilibrio!
El corazón es el campo electromagnético más potente en el cuerpo. Dado que el cerebro es muy sensible a las reacciones del corazón, es capaz de recoger este tipo de “detección electromagnética del corazón” y alterar tanto las ondas cerebrales de otra persona como a uno mism@, y en realidad sincronizar sus ondas cerebrales con las de otra persona. Por ejemplo, sentirnos incómodos con alguien. El electromagnetismo del corazón nos guía tanto en conectar con otra persona como alejarnos de aquellas personas cuyas energías del corazón chocan con las nuestras.
Así que la mente no es el único órgano de percepción inteligente en nuestros cuerpo.
¿A quien hacemos caso de los dos, a la mente o al corazón?: equilibrar energéticamente corazón y cerebro. El método es silenciar los pensamientos y escuchar tus sentimientos, para darte cuenta de cómo los sentimientos se alteran cuando las personas que te rodean se alteran, permitiendo a la mente y a la conciencia del corazón trabajar productivamente juntas sin que una domine a la otra. Es la inteligencia del corazón: Extensas investigaciones como las llevadas a cabo por la universidad de Oxford, han encontrado algunos hallazgos que sugieren que el corazón humano no es una simple “bomba”, sino que es un sistema complejo que funciona de forma similar a un cerebro y que el corazón es un órgano capaz de recibir y procesar información y redirigir datos al cerebro. Así que el corazón tiene cerebro:
- Se ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo.2. Gracias a esos circuitos tan elaborados, parece que el corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro; y que puede aprender, recordar e incluso percibir.
El ser humano lleva consigo un potencial extraordinario de conciencia no activado. Se activa con la práctica de pensamientos y emociones positivas. Para ello, debemos observar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos y escoger las emociones que nos pueden hacer sentir bien.
Debemos aprender a confiar en la intuición y reconocer que el verdadero origen de nuestras reacciones emocionales no está en lo que ocurre en el exterior, sino en nuestro interior… Y preguntarle al corazón cuando no sepamos qué hacer.