No es país para padres: Hiki-Komori, chicos enganchados a los videojuegos

Se llama síndrome de HIKI-KOMORI. Es una obsesión por los videojuegos.

Sabemos desde hace años que, sin control, los videojuegos generan un sin número de problemas en nuestros hijos: falta de sociabilidad, cambios en su carácter, pérdida de la noción del tiempo, alteraciones de sueño, alejamiento familiar y problemas de convivencia, impulsividad, retraso escolar, exclusión social, ansiedad, irritabilidad… y hasta sobrepeso.

Pero no todo es tan nocivo, también sabemos que manejados adecuadamente, los videojuegos estimulan el cerebro de los chavales: Mejor psicomotricidad, análisis ante problemas que les surgen en los juegos generando nuevas habilidades deductivas, toma de decisiones ágiles y un largo etcétera.

Así que, como en tantas situaciones, el problema estriba en el uso y tiempo en el que están enganchados a la consola. Seguir unas pautas lógicas en el buen uso de la consola es clave para impedir “chicos enganchados” solo y exclusivamente a los juegos:

– Es clave ejercer la autoridad como padres.

– Que la consola no se encuentre en sus habitaciones, para evitar el enganche continuo. Por ejemplo, mi hijo tiene la consola en el salón.

– Establecer unas mínimas reglas y un horario.

– Y claro, si hay reglas, hay deberes y obligaciones: si no cumple lo reglamentado, hay sanciones (por ejemplo, quitarle el juego el siguiente día). Esto le hará ir gestionando adecuadamente las expectativas.

– Que no superen las 2 horas de juego.

– Que entre hora y hora descansen un cuarto de hora mínimo.

– Que jueguen después de haber realizado sus tareas escolares y sus responsabilidades familiares, no antes.

– Que juguemos de vez en cuando con ellos. Es una manera de conocer no solo a qué juega, sino con qué actitud juega.

– Y por supuesto, adecuar al ocio de nuestros hijos otras alternativas: actividades al aire libre, deporte, lectura, cine…

Como padres debemos ser responsables con este tipo de ocio de nuestros hijos. Para ello, con mesura, debemos controlar la frecuencia, la duración y el tipo de contenido, influyendo en todo lo posible hacia buenos y saludables hábitos y rutinas.

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