Recientemente han aparecido varados en una playa alemana 13 cachalotes. Tras hacerles una autopsia, se ha conocido que sus estómagos e intestinos contenían grandes cantidades de plásticos. De hecho, es cada vez más habitual desgraciadamente hallar plástico en el sistema digestivo de más de 600 especies, desde ballenas a atunes y mejillones.
Otras mediciones recientes nos explican que en el fondo marino hay gran abundancia de microplásticos. Así que hemos convertido nuestro mar en un vertedero, en un inmenso estercolero formado por millones de bolsas y envases plásticos.
Según la prestigiosa revista Science, “el mundo tira ocho millones de toneladas de plástico al mar cada año”. Esta cantidad equivale a volcar al mar un camión de basura cada minuto. Y toda esta cantidad de plástico ya la ingerimos a través del pescado que comemos. Un científico, hace poco, decía que “si analizamos la sangre de cualquiera de nosotros, seguro que encontraremos trazas de plásticos”.
Sigo teniendo fe en el ser humano y en nuestra enorme capacidad para cambiar y mejorar las cosas. Juntos digámosles a los políticos que prioricen más el medio ambiente, empezando por replantearnos la cantidad de plástico que utilizamos cada día en nuestras vidas. Vetar los botellines de agua en eventos deportivos y culturales, reducir drásticamente las bolsas de plástico de un solo uso, sustituir la forma de empaquetar los productos por materiales solubles… está en juego nuestro futuro.
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