El artista Alexander Milov sorprendió al mundo con esta escultura llamada “LOVE” que representa a dos personas sentadas dándose la espalda, mientras dos niños atrapados en su interior intentan acercarse uno al otro. Es una obra que evoca las dificultades de entendimiento y los conflictos habituales en las relaciones interpersonales: mientras los egos compiten, se enojan, se cierran, se distancian, se defienden, no se atreven a mostrar su vulnerabilidad… y sufren, el niño y la niña interior anhelan estar en contacto, se buscan para unir sus corazones desde la luz y la transparencia de su inocencia y la pureza de un amor incondicional.
“El camino más largo en África no es el camino de El Cairo a Ciudad del Cabo sino de la cabeza al corazón; y de ahí al Aquí y Ahora“ (Hellinger).
Uno mism@ ha de ocuparse de calmar su corazón, de ponerse en paz, sintonizarse y ser empático y compasivo consigo mism@. Cada quien puede ayudarse a ver otra perspectiva, poner conciencia sobre todo lo que vaya aconteciendo, ver cuál es la propia responsabilidad en lo que haya sucedido…, hasta serenarse. Es decir, no sólo hay que sanar el dolor del pasado, sino elaborar todo aquello que te vaya afectando a cada momento, lo que te desoriente, asuste, enfade, duela o entristezca. Y aprovechar el tiempo entre crisis y crisis para reordenarse, resintonizarse, reformatearse y reiniciarse.
Nuestra vida son tránsitos, a través de fenómenos que nos llevan a otra parte, ríos de lágrimas, caminos de fuego, vendavales y tormentas de polvo o de nieve. Ahora bien, ¿no estamos mejor cuando recobramos la calma después de la tormenta,? Fluyendo con ellas, atravesarlas, transitarlas y transformarlas en paz interior, confianza y amor incondicional hacia uno mism@ y en un ámbito superior hacia todos los seres que nos rodean.
Nos confundimos cuando pensamos que el otro me enfada, o me hace enfadar, lo cierto es que soy yo el que se enfada, el que elige enfadarse o permanecer enfadado, y cuando lo hago me daño a mí mism@. De la misma manera en que en muchas ocasiones nos montamos gigantescas norias, coloridos tiovivos y montañas rusas emocionales, de igual forma podemos bajarnos y serenarnos, respirar profundamente y recobrar la paz interior. Cada uno puede hacerse cargo de sí mism@ y calmarse, escucharse o simplemente estar presente en lo que siente. La presencia es sanadora en sí misma. Estar presente en la experiencia momento a momento es hallarse en íntima conexión y constituye el camino para recobrar la propia energía, el poder y la vitalidad. Y para ello hay que parar, silenciarse para escucharse, serenarse, callar. Permanecer en la quietud para crear un remanso de paz.
En síntesis: sólo uno mismo puede calmar a su corazón.