EL CAMINO NOS ESPERA

En estos días tan convulsos desde el punto de vista informativo, una buena dosis de tranquilidad y templanza puede obrar maravillas. Recalco lo del punto de vista informativo, ya que se trata de eso, de analizar correctamente la información que nos llega a diario, o aquella que buscamos activamente. Porque lo que está claro es que por falta de información, no nos debemos preocupar. Más bien es al contrario. Incluso hay exceso de información. Y es lo natural en estos tiempos. Vivimos en la era de la información. O eso es lo que dicen fuentes autorizadas. Si queremos saber más sobre lo que significa, habrá que comenzar a hacerse preguntas; comencemos pues.

¿Qué significa esto en realidad? ¿Qué es realmente la información? ¿Cómo la percibimos? ¿Es acaso la información lo más relevante en este tiempo? ¿O solo es lo más abundante? ¿Qué se puede hacer con ella? ¿Cómo se produce, manifiesta y gestiona? ¿Por qué ahora y no en otro momento? ¿Cuándo comenzó a manifestarse este paradigma? ¿A qué antiguo paradigma sustituye? ¿Qué efectos tiene este cambio de paradigma en nosotros y nuestro mundo?

Creo que para comenzar es suficiente. Y las respuestas que voy a enunciar más adelante no animo a nadie a que las acepte sin más, todo lo contrario. Exhorto con vehemencia a proponer las suyas propias, ya que esa es la clave principal. Obtener tu propia información, elaborarla a través del método que sea más adecuado y conveniente para tí; siempre bajo la óptica y la ética de iluminarlas con la verdad. No valen componendas que te permitan mantenerte en tu zona de seguridad, ese estado en el que no tienes que superar tus límites ni arriesgar tus creencias. Esto es, en realidad, un viaje hacia el centro de nuestro ser. Hacia nuestro Yo real. ¿Comenzamos?

Por lo que yo se, la información es (en términos de temporalidad) tan eterna como la energía. De hecho, información y energía son prácticamente indistinguibles. Se podría decir, sin temor a errar demasiado que la información es energía ordenada o codificada de cierta manera y no de otra. Resumiendo, la información es energía constituida siguiendo un patrón, o en otras palabras, coordinada. Naturalmente, las respuestas suelen traer más preguntas con ellas. ¿Qué clase de energía superior puede dar forma a la energía pura? ¿Es la propia energía la que realiza este proceso? Obviamente, estamos hablando de una fuente original, y también de un grado de consciencia. Y, naturalmente, de códigos.

Por otro lado, si la información es energía codificada, si sabemos reconocer el código que la compone, ¿cómo hemos llegado a ese punto de comprensión y aprovechamiento? Por ejemplo, supongamos que nos encontramos con un esquimal y no sabemos hablar su idioma. Eso no quiere decir que no podamos comunicarnos, ¿no es así? Es mucho más fácil si compartimos un mismo lenguaje, pero no impide que se establezca una conexión entre nosotros y él. Es lo mismo con la información; se nos da (o la obtenemos) y depende de nuestro grado de consciencia -o de conocimiento en este caso- el grado de utilización. Nueva pregunta: ¿qué relación existe entre la consciencia y la información? En mi opinión hay una relación directamente proporcional. A mayor grado de consciencia, mayor nivel de aprovechamiento de la información. Por lo cual, no es tanto una cuestión de percepción, sino de capacitación. Aumentar la consciencia es aumentar la capacidad de percibir la información en todo su contenido.

En este punto deja de tener sentido preguntarse por la cantidad y la calidad de la información, que es el mensaje. Es más sabio centrarse en el receptor, es decir, en nosotros mismos. El mensaje cobra sentido en función del receptáculo que lo acoge. Una señal en morse es ruido estático hasta que un operador de telégrafo la traduce en palabras. Ello no obsta para que exista y tenga un fin, incluso si no dispusiéramos de el adecuado instrumento para manejarla. Es independiente y atemporal. Hasta que se manifiesta y cumple su cometido.

Cuando, gracias a que tenemos el nivel de consciencia adecuado, conseguimos entender una información, puede darse la circunstancia de que nos esté invitando a dar un paso más y profundizar en busca de más contenido, de momento oculto tras una nueva clave. Supongamos que envío un mensaje cifrado conteniendo un acertijo. Una vez descifro la clave puedo acceder al contenido, que es un nuevo reto. Y suponiendo que lo desvele, puede seguir siendo un nuevo enigma. Y así todo el tiempo que queramos. ¿No es maravilloso contemplar el fruto de una inteligencia capaz de crear tales maravillas? Efectivamente; tanto como ser conscientes de que poseemos esa misma inteligencia en nuestro ser, capaz de hablar consigo misma. El receptor de la información se torna desde esta perspectiva en su emisor. Y no estamos hablando de una bidireccionalidad simple y llana; esto es en realidad algo mucho más trascendente.

Como seres conscientes es momento de que profundicemos en nuestra capacidad de crear información si queremos entender verdaderamente a ésta. ¿Cómo nos expresamos? ¿Cómo nos manifestamos? ¿En base a qué emitimos? Preguntas de esta índole nos van a aclarar mucho más que rompernos la cabeza con misterios exteriores o situaciones externas. Tal vez entonces se nos aclare el momento que atravesamos y lo que significa. Es el momento de aprovechar en todo su potencial el flujo que emana de lo alto hacia nosotros. Sintonizando el flujo que emitimos desde nuestro ser más profundo obtendremos la clave. Ese es el secreto.

Y todo lo demás vendrá por añadidura. Cobrarán nuevo sentido frases como: “Creas lo que crees”, “Para cambiar el mundo, cámbiate a tí mismo” , y otras similares. Es buen momento de recordar la etimología (en español y en otros idiomas) del término información. Del latin “formatio”, acción de formar o de dar forma, de generar algo. Y por otra parte, del prefijo “in”, que indica direccionalidad hacia dentro. Es decir, la capacidad de dar forma hacia dentro a algo que proviene de fuera. O de interiorizar lo externo. O de trascender ambos planos; lo interior y lo exterior. Un auténtico Tao que va más allá de la dualidad que aparenta.

También aquí cobra un nuevo sentido la frase: “Conócete a tí mismo” Incluso podemos entender lo que quiso decir Sócrates cuando dijo: “Sólo sé que no sé nada.” Ser consciente de la propia ignorancia es la semilla de la verdadera sabiduría. Hay que saber vaciar el vaso para poderlo llenar. Y, para concluir, más que nuevas preguntas, propongo nuevos retos. ¿Te animas a dar ese primer paso? ¿Te sumas a aumentar tu consciencia acompañado de otros que quieren lo mismo? ¿Quieres, por fin, ser tú mismo y ser consciente de ello? Si la respuesta es afirmativa, te daré las gracias caminando a tu lado y disfrutando de tu compañía, incluso si tu sendero y el mío están en lugares diferentes; en momentos diferentes. Lo que compartimos es el acto de caminar, y quién sabe cuantas cosas más. Nos vemos en el sendero, hermano.

Juan Carlos Melero. Coordinador Área Investigación y Desarrollo UNIDOSXLAVERDAD

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