“Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles” – Joseph E. Renan

Por mucho que quieras esquivar las muchas hostias que da da la vida, poco puedes hacer. Al final, venga por donde venga, vas a recibir unas cuantas. Decía Fernando Pessoa con acierto que “entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla”. Si llegan las hostias, llegan sin preámbulo ni aviso alguno.

En este momento, la actitud de cada cual es la que arrojará una decisión con múltiples raíces: Los hay que hartos de dolor tiran definitivamente la toalla y dejan que su vida sea derrotada por las circunstancias. Y también los hay que a pesar de las tantas hostias que reciben, tienen todavía la suficiente fuerza como para levantarse una vez más. Quizá no saben qué hacer ni donde están siquiera, pero siguen luchando como titanes de la vida.

“En un mundo descomunal siento tu fragilidad. Deja de engañar, no quieras ocultar que has pasado sin tropezar” –Antonio Vega (Lucha de gigantes)

Son personas resilientes que, a pesar de los golpes, comprenden la adversidad de que muchas de las cosas no dependen de nosotros, pero lo que sí depende es la manera que tenemos de avanzar procesando las hostias, interiorizándolas, sin miedo, para aprender de ellas. No hay desánimo, porque es ese lugar de aprendizaje donde puedes adivinar que puedan venir menos, a medida que avanzas en sabiduría: ¿Qué ocurrió?, ¿de dónde vino?, ¿cómo se originó?, ¿me he equivocado, en qué?, ¿cómo puedo evitarlo si volviera a suceder? Así que, haces una transformación personal, donde pasas de golpes a “golpes de aprendizajes”.

Sin embargo, creo que hay gente que confunde el aprendizaje con pensar que, harto de palos, un día las hostias las va a comenzar a dar él. Tiene tanto dolor que encauza mal su rabia. La ira lo conduce a terminar siendo una persona altamente conflictiva y dañina, buscando y provocando constantemente el choque con otras personas, para adelantarse en atestar el golpe, pensando que así se protegerá y no los recibirá. El encuentro con los demás para esta persona no supone compartir, sino confrontar para ganar. Es un juego de uno solo. Pero eso, además de que no resta sufrimiento, ni reduce los golpes (puede incluso ser al revés, al estar en continuo conflicto), encima termina “jodiendo” a los demás. Y terminan tratando al resto como víctimas de ellos.

¿Qué puedo hacer?

En primer lugar, reconocerlos: son personalidades rígidas, problemáticas, agresivas y hostiles. Se alteran con mucha facilidad, con reacciones en la mayoría de las ocasiones desproporcionadas. Además, les da por culparte de sus errores constantemente. Y son muy radicales en sus formas de pensar (todo o nada, bueno o malo).

En segundo lugar, no entres en su juego: si le ofreces ruido seguirá jugando una y otra vez. Así pues, no respondas. Claro que sentirás rabia por sus golpes. Busca espacios donde hablarlo, regular tus emociones, desahogarte y hasta solicitar ayuda, pero insisto, no le respondas o estarás perdido. Es un vampiro.

Enfócate en lo que quieres en tu vida. Atrae lo positivo y desenfócate de los problemas. Aprende de todo lo que está a tu alrededor y de ti, incluso de tus límites, para desarrollar tus habilidades todo lo que puedas.

Y si todo esto no termina de resolver la situación con un tipo así, pide ayuda. No lo dejes por más tiempo. También para eso yo estoy aquí, a tu lado, como siempre.