Hace apenas horas que he regresado de un viaje por Thailandia. En 15 días he descubierto gente hospitalaria, simpática, amable, y sobretodo sonriente. Tan es así, que si cruzas tu mirada con un tailandés te devuelve de inmediato una sonrisa. Ahí radica la belleza de su cultura, en una simple sonrisa, basada en su filosofía: el budismo. Les escuchas decir:“No pasa nada”, “preocupate solo del ahora”, “sé feliz en este instante”, “solo eres dueño de tu ahora, así que es lo único que realmente vale la pena cuidar”. Y la mejor forma de cuidarlo para la persona Thai es siendo feliz. Preciosa manera de ver la vida, ¿verdad?.
También he visto que Thailandia son muchas Thailandias: no solo es la Thai de los colores, los sabores, los sonidos, su naturaleza salvaje de pura vida, sus islas y playas de cristal verde, sus gentes extraordinarias, … también he visto una Thailandia donde ya en algunas playas sus orillas son basureros, un turismo sexual descontrolado, extrema polución y contaminación en las calles de Bangkok que hace irrespirable poder coger un tuk – tuk, contaminación visual (cables y cables colgados de los tendidos eléctricos), explotación animal mediante shows con elefantes y tigres, y hasta podría llamarlo explotación étnica (como por ejemplo, fotografiarse con mujeres jirafa como si de un trofeo se trataran, entre otros ejemplos).
Nuestra filosofía de viaje debe ser también nuestra filosofía de vida. Nuestra obligación, mi obligación en este caso, es no ser cómplices y denunciar este turismo devastador que estamos haciendo, y aprender de esa otra Thailandia que nos dice que lo único que tenemos y nos queda es el ahora. Todavía nos queda tiempo. Haz un turismo responsable.