Recuerdo que en la presentación de “Spectre”, la última película de James Bond, la protagonista femenina Monica Bellucci, dijo que su gran secreto consistía en “tener buen sexo”. El cerebro es el órgano sexual por excelencia, ya que la percepción de todas las sensaciones corporales depende de las funciones de este órgano. Estímulos placenteros como el sexo y la comida, producen la secreción de una sustancia llamada dopamina, el neurotransmisor del deseo, que yo personalmente
llamo el punto G del cerebro.

Cuando los niveles de dopamina son óptimos, somos la mejor versión de nosotros mismos: estamos motivados, alegres, satisfechos, nos relacionamos bien con los demás, nuestra libido es buena, sentimos amor, tomamos riesgos a conciencia y
estamos entusiastas. Sin embargo, si los niveles están muy bajos puede venir la desgana, la depresión, libido baja y la búsqueda de adicciones para restablecer lo perdido.

“El efecto placentero de la dopamina no solo aumenta durante la excitación sexual, sino que también se manifiesta en la frecuencia del coito y en la intensidad del impulso sexual” – Goleman.

Expertos del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton (USA) afirmaron, a partir de un estudio realizado, que las experiencias sexuales a diario durante unas dos semanas consiguen reducir de manera drástica la liberación de cortisol, la hormona del estrés. No solo relaja, sino que además proporciona placer, y quema calorías. Además mitiga el dolor de las migrañas, incluso estimula la generación de nuestras neuronas.

En nuestra mente íntima, el orgasmo tiene efectos positivos en la oxigenación del cerebro. Así que, si quieres tener buen sexo, trabaja tu cabeza: “Si no erotizas tu cerebro no vas a tener la respuesta que necesita tu cuerpo, y por otra parte, si tus pensamientos están conectados con algo nocivo o negativo te vas a colocar en un espacio incómodo que no te permitirá conectar con tu parte erótica” (Alessandra Rampolla, sexóloga). Así que, anímate a más.